A México le urge un líder

Avatar RegistroPor Cruz Pérez Cuéllar

México es una nación independiente, no está sometida a ningún país, ni debe estarlo, como lo estuvo en 1800 o antes; México tiene hoy la oportunidad de hacer valer su soberanía, su independencia, frente a los embates pronosticados desde el vecino país del norte, Estados Unidos, donde se alza una figura que trata de impresionar a los mexicanos y al mundo entero con protagonismos, con excesos en el lenguaje, con fanfarronerías. Como aquel niño bravucón de la escuela que quiere imponer su ley a sus compañeros, y que por su estatura o apariencia hace creer que es superior a los demás.

La llegada del republicano Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, no cambia nada, o no debe cambiar en nada la rutina de nuestro país. Sabemos de los intentos por destronar nuestra economía, por cambiar los tratados internacionales, como el de libre comercio, sabemos de la posición altiva del nuevo presidente norteamericano, quien seguramente será contenido en sus ínfulas de poder por el mismo congreso norteamericano, que conoce muy bien la estrategia mediática que utilizó para ganar las elecciones en noviembre pasado y que con ello no puede ir a imponer sus criterios racistas, mercantilistas, imperialistas.

Así como lo sugería el dirigente nacional de Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador, el mismo día que fue declarado Donald Trump candidato ganador de las elecciones, los mexicanos debemos permanecer unidos, evitar que las habladurías del presidente norteamericano vayan a menguar nuestra tranquilidad, porque deben entender que los mexicanos no dependemos de las decisiones que se tomen en ningún país extranjero.

En lo personal considero que la nueva situación política, el nuevo mapa político internacional debe obligar a nuestro país a configurar una identidad propia, que demuestre hoy por hoy de qué están hechos los mexicanos, quienes podemos crear y desarrollarnos en muchos ámbitos, podemos hacer crecer la industria, el agro, el comercio, el campo productivo en general, pero es necesario que nuestros gobernantes entiendan de una vez por todas que no dependemos de las decisiones de los yankees para salir adelante. Es bueno que se mantengan los acuerdos y tratados internacionales en beneficio de ambas partes, pero que nunca estemos sometidos a la voluntad de los extranjeros. Y no lo digo en un afán de censura sistemática, o influido por el discurso anti-imperialista sudamericano, estoy convencido de que es necesario que demostremos nuestra independencia, pero con acciones.  

La manera en que podemos salir adelante en este trance, en donde nos acecha constantemente la idea de una división literal entre México y los vecinos del norte, y otra en materia económica, política, cultural, de migración, etc. Es reconsiderando nuestra postura diplomática que llevan acabo nuestros representantes, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, así como los senadores cuya función es, de acuerdo a la ley, atender los asuntos de carácter internacional.

Es necesario que el gobierno de la República demuestre autoridad pero también independencia, que sea capaz de negociar pero no a costa de los pobres y los desprotegidos de nuestro país, sino que el objeto de intercambio cubra las expectativas pero sin demérito nuestro; que en determinado momento, cuando no halla condiciones que beneficien a los nuestros el presidente sea inteligente y pueda cancelar la negocia, sin dejarse llevar por absurdas posturas diplomáticas, que demuestre carácter, y México no figure más como el hermano menor, o el país miserable que se conforma con las migajas con tal de pertenecer a la alianza, de verse al lado de la gran nación norteamericana. Ahí están las graciosas concesiones que nuestros gobernantes han dado a los extranjeros y que desde hace tiempo tienen otorgado el 12 por ciento del territorio nacional para que americanos, franceses, alemanes, asiáticos, exploten a su gusto nuestras tierras para que ellos se hagan de oro, plata y otros metales preciosos. Ese espacio equivale precisamente a la geografía de nuestro estado, de ese tamaño es la “generosidad” de nuestros gobernantes para con los extranjeros, mas lo otorgado durante el actual sexenio.

No se le puede pedir peras al olmo, no podemos esperar un cambio radical del presidente actual, mucho menos capacitarlo para que en lo que le resta de su periodo no vaya a meter las patas y entregue más concesiones a Trump, quien hoy muestra una faceta intransigente y amenazadora con el fin de que el otro sucumba y facilite las cosas. No se puede hacer mucho con Peña Nieto, aconsejado por los mismos que hundieron al país en el pasado, como los cabecillas de Atlacomulco y los Salinas de Gortari, como los Osorio Chong y los Videgaray; lo único prudente en estos tiempos es exigirle que no abra la boca, que deje ladrar a los perros, y por último, que facilite el cambio de gobierno.

Peña Nieto no puede, como no ha podido con otros temas diplomáticos, contener la asechanza del magnate norteamericano, al contrario, cometió el error de entrometerse en la vida política de Estados Unidos, al haber invitado a Trump en plena campaña presidencial a México, habiendo generado disgusto con los grupos de poder anglosajón. Lejos de un acierto político, el resultado fue una burla del entonces candidato republicano, replicada por todos sus seguidores. Por ello es preciso que evite agrandar la diferencia, que deje el asunto de la diplomacia a los expertos, y al no contar con un plan definido, espere su relevo.

El nuevo gobierno de México deberá caracterizarse por estar del lado de los mexicanos y no de los intereses extranjeros, de los señores del dinero. Si no es la antítesis de Enrique Peña Nieto, sí debe ser muy diferente a su tipo, sobretodo en cuanto a la corrupción, este debe ser incorruptible; en cuanto a su incapacidad, este debe tener experiencia y carácter de sobra, debe ser un estadista de primera línea; en cuanto a su corta entendedera, este otro si no culto por lo menos debe conocer nuestra historia, geografía, demografía, nuestras necesidades, pero también nuestras oportunidades y logros obtenidos, nuestra pasiones y afecciones. Debe conocer al país y su gente, no a la Ciudad de México y las principales metrópolis de la nación, debe conocer a la patria entera, amarla y respetarla. Es posible que el nuevo gobierno, en el 2018, sea muy distinto a lo que normalmente estamos acostumbrados los mexicanos, que no sea del PAN y sobretodo del PRI, pero también es posible que sea el mejor gobierno que pueda sacarnos del atolladero en el que nos ha metido el bipartidismo, que hoy se muestra como nunca, tan infuncional como obsoleto.    

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