Por el bien de Juárez, dejen de pelear

Por el bien de Juárez, dejen de pelear

Avatar RegistroPor Cruz Pérez Cuéllar

Existen innumerables consejos y ejemplos en la historia sobre la buena relación que debe existir entre el gobernante y sus gobernados, entre el gobernante y quienes también están en condición de mandar, ya sea al mismo nivel, mas abajo, o incluso por encima de él.

Decía el filósofo chino Confucio, quien vivió unos 500 años antes de Cristo, que el superior tiene la obligación inherente a su cargo de proteger al inferior, y éste lealtad y respeto hacia el otro. Estableció cinco relaciones sociales en las que se aplicaba este principio: desde las bases sociales como entre padre e hijo, entre hermano mayor y hermano menor, entre esposos, entre amigos y también a nivel de la autoridad, entre el gobernador y ministro.

Estas relaciones son importantísimas para hacer que el pueblo progrese, de lo contrario está condenado a la pugna, a la discordia, que rara vez deja algo bueno. Claro que si el primero quiere ser respetado y que los de abajo le sean leales, necesariamente tiene que comenzar por él mismo a ser justo, respetuoso y protector. Así lo dicta uno de los principios básicos de Confucio, quien también fue funcionario público, ministro de justicia, y tuvo tiempo para practicarlo y después para enseñarlo: “En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del Justo Medio”. Parece imposible pensar que cualquier autoridad falle en su propósito de hacer un buen gobierno aplicando este sencillo método. Por el contrario, el radicalismo en cualesquiera de sus expresiones siempre es repudiado, genera encono en la gente, predispone a sus aliados, violenta aun más a los enemigos y genera incertidumbre entre los de casa.

El justo medio es necesario para hacer bien las cosas cuando se posee el poder, pero este no será concebido por aquél que lo ostenta si su principal condición (no su discurso, sino su ideal) sea la de “amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana”, esa es otra máxima del insigne maestro oriental.

Actualmente los ciudadanos padecemos los caprichos y orgullo de nuestros gobiernos, encabezados a veces por personajes probados en el arte de hacer política, con experiencia legislativa, expertos en la arenga y la retórica en toda su expresión, pero muchos de ellos con dificultades para el trato humano; hemos sido gobernados también por hombres doctos y estudiados, y en ocasiones por ignorantes y empíricos. En este último caso se debe recordar al general Francisco Villa, quien habría dejado la silla principal del Palacio de Gobierno en 1914 precisamente por su ignorancia (que el mismo reconociera) en esos asuntos, pero sobretodo por su deseo de volver al campo de batalla. Hay otros que a pesar de todo el cúmulo de conocimientos y capacidades intelectuales no llegarán siquiera a los pies de aquél revolucionario y su efímero gobierno que cien años después sigue cautivando por su ingenio, si estos continúan alimentando su orgullo, dejando a la deriva a la población. Me refiero claramente a la situación de Javier Corral Jurado en su relación con el alcalde de ciudad Juárez Armando Cabada, quienes en su lucha de egos van destruyendo la posibilidad de un mejor desarrollo del estado pero principalmente del municipio de Juárez.

Fue muy conocido el pleito en el cual se enfrascaron el gobernador y el presidente municipal, debido a la contratación que hizo el segundo del secretario de Seguridad Pública Municipal, Jorge González Nicolás, ignorando con ello las recomendaciones de Javier Corral, quien desde su toma de protesta había prevenido a los alcaldes sobre el tema de la seguridad; por lo visto quería que dejaran en las manos del gobierno estatal la designación del jefe de la policía municipal, en el caso de Cabada, actuó por su propia cuenta, ignoró al superior (si bien es cierto aquél tiene independencia o autonomía del otro, de acuerdo a la Constitución el primer interesado en velar por el estado y por ende, por los municipios individualmente, es el gobernador y luego el alcalde). Claro que el conflicto mayor está en que el nuevo responsable de la seguridad pública de ciudad Juárez es el exfiscal general del Estado, uno de los principales colaboradores del exgobernador, por lo que la desatención de Cabada hacia Corral en ese asunto es posible que haya sido considerada por él como un desafío.

Es innegable la falta de control que puede estar sintiendo en ese asunto el propio mandatario, se le escapó de sus manos; pero si él mismo se autodenomina demócrata por excelencia y defensor de la autonomía de los municipios e instituciones, si señala con insistencia la necesaria separación de poderes, entonces ¿porque no puede permitir que un alcalde nombre a sus funcionarios según sus propias facultades le aconsejen?. Estamos ciertos que puede sugerir, puede recomendar, y aunque su posición sea superior a la del otro, no tiene facultades para decidir en esa jurisdicción y menos para imponer.

La postura del alcalde independiente no abona mucho para que ambos puedan llegar a una circunstancia en la que avancen las negociaciones, la concordia para lo que viene, en materia de seguridad ¡que es urgentísimo!, pero también en materia económica, ahí vienen los presupuestos y las leyes de ingresos, en materia de desarrollo social, hay muchos rezagos en la frontera y no hay tiempo qué perder. Me parece que después del 5 de junio ambos funcionarios tuvieron tiempo para dirimir sus diferencias, para hablar de ese y otros asuntos, pero evidentemente no lo hicieron. En el caso de Armando Cabada, se debe reconocer el ímpetu que le imprimió al periodo postelectoral, en donde defendió con mucha sagacidad su triunfo ante los órganos electorales, hizo contacto con los diversos sectores de la sociedad juarense, planeó y propuso como abatir el problema de los baches, la deficiencias de la pavimentación y servicios en colonias abandonadas; se puso en contacto con la gente a través de las redes sociales, mostrándose como pionero en ello (aunque no lo es), pero se mostró abierto, trabajador, conciliador, y a la hora de ejercer el poder, después del 10 de octubre, fue echando por la borda lo que había logrado, principalmente el apoyo de la gente que cree que puede resolver los problemas de ciudad Juárez, y que es suficientemente capaz y humilde para llegar a los acuerdos necesarios, con el gobernador, con los diputados, con los funcionarios federales con los propios regidores y su gabinete. Pero en el asunto de seguridad ha optado por irse de frente en contra de cualquier sugerencia que venga de más arriba y sobretodo si viene de abajo.

Me llamó mucho la atención una entrevista que salió publicada esta semana echa al primo del ahora secretario de Educación Pablo Cuarón Galindo, don Sergio Hayen Galindo, a quien le robaron un vehículo y luego hizo la denuncia pública. Lamentó que tanto el gobernador como el alcalde no sean capaces de ponerse de acuerdo, que “como niños chiquitos” estén agarrados por el asunto del secretario de Seguridad Pública en lugar de llegar a la solución. Señaló la falta de experiencia de Armando Cabada en la función pública y así lo demuestra con esa actitud; en cambio Corral, cuestionó: ¿de qué le sirvieron los 20 años que ha fungido como legislador en México?, a costa de nuestros impuestos, pues tampoco es capaz de poner la muestra de civilidad política y resolver sus diferencias con Cabada. No agregaría nada, es el clamor ciudadano que confirma nuestra postura.

Concluyo esta humilde colaboración con otra expresión del gran pensador chino Confucio, relacionada a uno de los principales deberes de los hombres en el gobierno: “Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas que proceden de la carne y son peligrosas; las otras que pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder”.

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