Tan malo el pinto como el colorado

Por Cruz Pérez Cuéllar

Una verdadera cátedra de involución política nos están dando los alfiles del bipartidismo que aspiran a la presidencia de la República, que durante la última semana han hecho gala de su pobre propuesta política, de su ausente calidad diplomática y de un pintoresco espectáculo que solo provocaría que menos mexicanos se acercaran a las urnas el primero de julio próximo, si no es por la alternativa que ofrece Morena y los partidos coaligados como son el PT y PES.

Tanto el exsecretario de Hacienda y Desarrollo Social Antonio Meade, como el exdirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, se lucieron en los últimos días con una batalla de dimes y diretes entre ambos que han dejado sorprendido a medio país, y pusieron en tela de juicio su capacidad para gobernar, y llevar las riendas de un proyecto tan grande, tan importante, como es el gobierno de la República.

Y no es que haya malestar entre quienes formamos parte del proyecto de López Obrador porque los representantes del bipartidismo se estén dando hasta con la cubeta, las últimas encuestas descubrieron que dicha situación deja prácticamente el camino libre al candidato de Morena-PT-PES, y es obvio porque la gente ya no quiere en el gobierno a ese tipo de políticos que durante décadas nos ha presentado en las boletas el PRI y el PAN, y que dan muestras claras de incapacidad para debatir, para discutir los temas de interés para el pueblo mexicano; dan muestras de la falta de autocontrol. Pero también ponen al descubierto su falta de honestidad, no son capaces de defenderse así mismos.

Vemos con pena que protagonicen esta reyerta, auspiciada por la fiebre electoral, pero aún más por el tipo de señalamientos de corrupción que se restriegan en la cara el uno al otro, como adelantando los tiempos de la campaña, la guerra sucia a todo lo que da.

Anaya es uno de los que llevan la peor parte, las contradicciones y desmentidos lo han puesto contra la pared, sobretodo en el caso de la venta de una nave industrial que habría tenido un costo de 54 millones de pesos; la situación irregular de la empresa que le compró dicha propiedad, fue señalada por Hacienda como “empresa fantasma”; la relación que Anaya tiene o tuvo con el dueño de dicha empresa, ventilada en medios a través de un video, donde se descubre la mentira del aspirante panista que dijo desconocer a dicho personaje de nombre Manuel Barreiro. Los señalamientos a Anaya por tener a su familia viviendo en Estados Unidos, a sus hijos en colegios privados, y llevando una vida que a decir de los que saben sería incapaz de costear si tuviera un desempeño honesto en el servicio público.

El exfuncionario pri-panista o prianista no se queda atrás, ha dejado muy en claro que andar entre lobos lo enseñó a aullar, ora sí que conoce el modus operandi de ambos bandos, sabe qué le duele a cada uno, y lo peor del asunto es que ha sido invitado al festín de carroña con unos y con otros, por ello tiene señalamientos a su papel como secretario de Hacienda, o de Desarrollo Social, o de Relaciones Exteriores. Sus adversarios panistas le conocen bien la movida y no han dejado pasar la oportunidad para evidenciarlo. En fin, tan malo el pinto como el colorado.

A estas alturas, y con el mencionado escenario, el candidato de la alianza “Juntos Haremos Historia”, Andrés Manuel, dicen los expertos, podría irse a descansar y ver los toros desde la barrera, y decir que finalmente su esfuerzo ha rendido frutos, puesto que las condiciones no pintan nada bien para los candidatos del bipartidismo y menos con estos desplantes que los colocan muy por debajo del tabasqueño. Podría con toda tranquilidad tomar un buen cuenco de palomitas y disponerse a ver a distancia los agarrones entre Meade y Anaya, entre Meade y los priistas renegados que no lo ven con respeto porque su sola figura desanima a aquellos que siempre han visto a uno de los suyos como candidato presidencial y este no es ni de aquí ni de allá (coqueteó primero con el PAN y ahora con el PRI), así lo presentan como candidato externo, desanima a los priistas que querían ver a su gallo con un buen discurso, al menos con un buen respaldo de marketing que a la manera de Peña Nieto en el 2012 pudiera cubrir las apariencias y simular que sabía gobernar, Meade ni siquiera eso.

Sorbeteando un coco con ginebra desde la playa, Andrés Manuel bien podría ver las respuestas que en su defensa da Anaya ante las acusaciones de Meade, pero también la brega que padece el expresidente panista con sus propios correligionarios que se muerden entre ellos para conseguir un hueso en San Lázaro, en el Senado, en los congresos locales y cientos de cargos públicos que están en juego. Sufre las de Caín ante quienes serpentean su candidatura, ante los zopilotes azules que esperan que caiga ante la descarga de la batería tricolor, y porqué no decirlo, azuzada por los propios panistas que quieren posicionar a otro desleal competidor.

Pero muy al contrario de lo que muchos se imaginan, el candidato de Morena, no dejará pasar la oportunidad para acercarse más a la gente que también ve y juzga estos hechos, buscará afianzar sus números para que la ventaja de la victoria no sea mínima y corra el riesgo imaginado. El triunfo debe ser contundente para que en ello vaya implícito el mensaje de la ciudadanía que está harta de tantas pifias de los políticos de siempre y finalmente haya un nuevo gobierno, que cuente con el respaldo del pueblo y represente el azote de los corruptos.

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