Una democracia simulada

Avatar RegistroPor Cruz Pérez Cuéllar

La primera oportunidad que se presenta para que los diputados, alcaldes y síndicos se puedan reelegir en nuestro estado, como en el resto del país, tiene un pequeño problema de origen que debe ser considerado por los protagonistas de la política local ante la enorme tentación que representa para los actuales legisladores y funcionarios estrenarse en dicha modalidad, vetada hace mas de un siglo cuando la percepción popular sobre la reelección no era más que perpetuarse en el poder por el poder mismo.  

Los ejemplos más memorables en cuanto a la reelección en nuestro país son las 11 veces que estuvo en el poder el tan excéntrico como repudiado expresidente Antonio López de Santa Anna, quien gustaba jugar con la fuerza política y militar de nuestro país hasta que dejó en manos de los gringos la mitad de nuestro territorio nacional. Benito Juárez García, connotado por la Reforma con la que prácticamente desvinculó el servicio público y educativo del religioso, también repitió en el cargo al menos en cinco ocasiones, el primero de manera provisoria, y los siguientes de forma electiva, el último periodo no lo concluyó, murió al año siguiente de su reelección. El ejemplo de la reelección más ilustrativo de nuestro país es el de Don Porfirio Díaz, quien habría abarcado tres décadas consecutivas en el poder, luego de haber criticado las reelecciones de Juárez, aunque durante el porfiriato estuvo marcado por el desarrollo económico e industrial, la construcción de vías férreas y primeras carreteras, la comunicación telegráfica, entre otros.

Luego sobrevino la campaña antireeleccionista de Francisco I. Madero quien ondeaba a la bandera de “Sufragio Efectivo No Reelección” y con su triunfo murieron las posibilidades de repetir en el cargo, para el caso de los alcaldes y diputados (locales y federales) se obstruyeron las condiciones para repetir inmediatamente después de concluir el cargo, tenían que esperar por lo menos un periodo para volver a competir en igualdad de circunstancias que los demás candidatos. Pero pasaron cien años y poco menos de la década para volver a reactivar esta figura que en junio de 2018 habrá de ver la luz nuevamente en las constituciones locales, avaladas por su puesto por nuestra Carta Magna; momento tan anhelado por aquellos que toda su vida han buscado vivir de la política saltando de una curul local a otra federal, de un lugar en San Lázaro a un escaño en el Senado, y así cíclicamente. Pero también es la oportunidad para los buenos legisladores y los buenos funcionarios públicos que se podrán quedar por lo menos otro periodo constitucional en el cargo, habiendo demostrado capacidad, inteligencia y vocación de servicio, pero sobretodo resultados que deberán ser evaluados por los electores, a quienes les corresponderá darles otra oportunidad en la alcaldía, o en el Congreso local o en el federal.

El problema de origen a que nos referimos al inicio de la presente entrega es precisamente la imposibilidad que tienen los actuales alcaldes, síndicos, diputados locales y federales, de convencer con los hechos a los ciudadanos a los que representan, de que en realidad son buenos para el trabajo. Porque debido a la homologación de los tiempos de campaña para todos los cargos públicos de elección popular, este primer periodo fue recortado a solamente dos años, por lo que a un año y meses de haber asumido apenas el poder ya estarán de nuevo en campañados. Por eso no estoy de acuerdo en que los alcaldes y diputados elegidos el año pasado deban buscar la reelección el año próximo, los resultados deberán ser insuficientes para que el pueblo sepa quien debe repetir y quien no, a mi parecer los actuales diputados, presidentes municipales y síndicos deberán dejarla pasar para que puedan concluir su periodo de dos años, y si con ello muestran resultados a la siguiente elección tendrán cartas suficientes para competir en el 2021.

Con este mensaje, espero que algunos funcionarios aludidos tomen la decisión correcta el próximo año, pero principalmente le apuesto a la reflexión que puedan hacer los ciudadanos y específicamente los electores quienes deberán conocer bien las obras y acciones concretas de quienes actualmente tienen el poder en los ayuntamientos o en el congreso, para determinar si deben o no votar por ellos en la siguiente elección, o quizás coincidan con un servidor y consideren que deberán terminar por lo menos dos años de gestión para saber si son buenos o no.

Ahora bien, la propuesta de reforma electoral que se cocina en el Congreso del Estado en donde se pretende allanar el camino a los alcaldes, en su mayoría panistas, para que también por primera vez puedan hacer campaña pero sin pedir licencia para abandonar su cargo, eso implica un retroceso explícito porque vulnera principios de igualdad en la contienda, donde los candidatos interesados de otros partidos –incluso los propios aspirantes de Acción Nacional– tendrán que ir a competir contra un funcionario con mil reflectores a su alcance, con actividades oficiales que le generarán proyección de su imagen y todo a cargo del erario, mientras que ellos tendrán que sufragar con una pequeña prerrogativa y sus propios recursos toda su campaña, cosa por la cual el PAN, que actualmente tiene mayoría en el Congreso, ha luchado a lo largo de su historia, por su compromiso democrático; votar a favor de una reforma que limita los derechos de los candidatos sería un acto incongruente para los panistas.

La reforma electoral deberá armonizar las leyes electorales locales con las federales que  permiten la reelección en el 2018, deberán reglamentar las nuevas disposiciones, pero por ningún motivo deberá ser un dique para que nuestro estado entre a la modernización del sistema electoral, y que gracias a la evolución de nuestra sociedad se permitirá ahora que haya un premio a los buenos gobernantes.

Sobre esto último debo reconocer que en la reforma electoral federal se pensó en el premio pero faltó el castigo, como la inhabilitación temporal o permanente para los malos funcionarios, como la cárcel inmediata para los corruptos y ladrones; como el señalamiento público a aquellos que no robaron, que tal vez no se corrompieron, pero que prometieron mil cosas en campaña y no las cumplieron siendo gobierno.

Así que bienvenida la modernidad, bienvenida la reelección y adiós a las medidas impositivas que buscan privilegios políticos para los que ostentan el poder, adiós a los malos gobiernos y a malos gobernantes.

Sugerencias y comentarios favor de hacérmelos llegar a mi correo: cruzp@terra.com.mx