Cataclismo político… en un año

Por Cruz Pérez Cuéllar

El último año se ha caracterizado por un sinnúmero de eventos meteorológicos de gran impacto que han devastado ciudades enteras en nuestro país, después de “El Niño” que tantos cambios climáticos produjo el año pasado, el fenómeno se extendió durante el presente 2017, con la tormenta “Harvey” en el sur de Estados Unidos que generó estragos como pocas veces sucede en esa zona del país norteamericano; el huracán “Irma” que afectó a las Islas Caribe y Florida, sumada a una serie de tormentas en este lado del globo; ahora más recientemente una secuencia de terremotos en Oaxaca, Chiapas, Veracruz y el más cercano en el centro del país, donde la ciudad de México y Morelos fueron los más dañados.

Sin duda, la madre naturaleza nos cobra facturas por el daño constante al medio ambiente pero también se cumplen ciclos que derivan en estragos como estos, al fin y al cabo son situaciones que no se pueden detener, predecir quizás, pero no dependen del todo de nosotros, y por lo tanto no nos queda más que rezar y pedir a nuestro Creador que nos libre de ellos. Pero hay otros tipos de cataclismos que sí están a nuestro alcance, que se producen por nuestras malas decisiones, por estar empecinados en el error, por no reconocer nuestras faltas… y me refiero a los fenómenos políticos y de mal gobierno que nos tienen  contra la pared, por la inseguridad desbordante, por la economía maltrecha y sin dirección, por la corrupción evidente y acciones gubernamentales que simulan una buena gestión, que simulan honestidad y transparencia pero no es más que lo mismo, o más bien disfrazado.

En el último año de gobierno, en el estado de Chihuahua, este mal temporal ha dejado más víctimas mortales por la creciente inseguridad que todos los fenómenos naturales juntos presentados párrafos arriba. Más de 1,900 homicidios en el estado de Chihuahua, de los cuales 644 han ocurrido en ciudad Juárez y 433 se tienen registrados en la capital. La crisis de inseguridad se agrava por el dominio de gavillas en la Sierra, por el control completo de bandas criminales en varios municipios, sobretodo en la capital, en ciudad Juárez, en el noroeste y en la zona serrana.

Y no se trata únicamente de víctimas relacionadas al crimen organizado, sino que una buena parte de esas víctimas son inocentes que han caído bajo el fuego cruzado, por haberse resistido al asalto, robo, secuestro o extorsión. En esto se equivoca rotundamente el gobernador Javier Corral, quien ha generalizado al señalar a las víctimas mortales de esta ola de violencia como criminales o pertenecientes a grupos de contrabandistas, sicarios, y demás.

A río revuelto se disparan como siempre los índices de otros delitos de menor impacto pero que carcomen poco a poco a la sociedad chihuahuense, como el asalto, el robo con o sin violencia, agresiones de todos tipos, abuso de las propias autoridades, etc.

En el primer año de este gobierno, el gran fracaso está a la vista, la inseguridad rampante evidencia si no la permisividad para que anide de nuevo la violencia en nuestro estado sí la incapacidad para poder resolver problemas de este tamaño que tienen bocabajeada a la propia autoridad, al encargado de hacer justicia, de imponer orden. Y no lo hace tal vez porque anda siguiendo a sus propios fantasmas, a sus propias fobias que no se acabaron con la campaña del 2016, sino que siguen y siguen sin fin.

Los damnificados en Chihuahua también se encuentran en el terreno social, para donde quiera que se voltee se encontrarán vestigios del mal gobierno. Sectores que se han visto afectados por una política narcisista y ególatra, que va desde los maestros golpeteados por un secretario de Educación que desconoce lo más elemental de la educación pública, nacido y desenvuelto siempre en la escuela privada, para familias pudientes. En el sector de la construcción ni se diga, existe un pause prolongado desde que asumió Corral este gobierno, no hay dinero, dice, pero tampoco ingenio para conseguirlo, a menos que sea por la vía del crédito.

En general el sector privado se ve amenazado por un gobernador que les exige, sin decirles cómo, que incrementen el salario a sus trabajadores, que mejoren las condiciones laborales y las respectivas prestaciones. Ellos mejor le dan la vuelta, salvo algunos que se han visto beneficiados directamente y otros que prefieren ignorar el discurso trasnochado del mandatario.

El ramo de los medios de comunicación y los periodistas, sigue figurando entre los sectores más atacados directamente por el gobierno de Javier Corral, quien desde hace años mantiene una pelea sin tregua contra los representantes de los medios, sobretodo contra aquellos que lo critican, aquellos que no festejan sus ironías y sarcasmos elocuentes en tribuna.

Los propios partidos políticos que tanto criticó durante más de dos décadas por saberlos “entregados al PRI” o al sistema que dirigía el partido hegemónico de México hasta el 2000 cuando se dio la alternancia, ahora los controla él exactamente igual o con mejor artimañas que el Revolucionario Institucional que tanto censuraba, y se le escaldaba la lengua por señalar su bajo pragmatismo y su falta de respeto a las instituciones a la democracia misma.

Por eso hablando de autonomía, con la llegada del corralismo, en un año quedó claramente asentado que aquello que exigía con tanta vehemencia a los otros gobernadores y al propio presidente, de respeto a las instituciones y a la separación de poderes, solamente  estaba en su discurso porque en la práctica le dio por instalar al presidente del Tribunal Superior de Justicia, afín a sus intereses, destituyendo al anterior; en el Legislativo también se ha visto su mano al remover al coordinador de los diputados del PAN Miguel Latorre, por Jesús Villarreal, a través de la dirigencia del partido que el jefe del Ejecutivo controla, entre otros muchos asuntillos que tienen que ver con la deuda de 20 mil 400 millones de pesos, con la concesión de cargos públicos a sus amigos, con la creación de trajes a la medida en diversos temas legislativos.

El penoso asunto del Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información Pública, en donde a la primera negativa a una petición suya decidió quitar al anterior presidente, Rodolfo Leyva, según lo relevó el propio extitular del Ichitaip. En la remoción del auditor Superior del Estado elegido por el Congreso, Ignacio Rodríguez, se nota a leguas la intervención del Ejecutivo, el problema es que no es de su gente y por eso le dio salida, obligándolo a renunciar. En fin, el alumno superó al maestro y por mucho.

Hay mucha tela de donde cortar, para señalar que este año de gobierno es por demás uno que quedará asentado y podrá ser recordado en la posteridad no precisamente por los logros obtenidos sino por haber establecido un modelo de antipolítica  que podría definir las acciones y programas generados a lo largo de este año, en donde su principal tema, presentado a la sociedad chihuahuense, es el del combate a la corrupción, generada en el anterior gobierno. Sin embargo hay muestras claras de corrupción que deja al descubierto que en ese rubro el corralismo no está exento pues la asignación de contratos de varios millones a la empresa Molri, de la familia del amigo personal del gobernador, el síndico Miguel Riggs, deja en claro que no les es indiferente la metida de mano al cajón. Ni qué decir de los contratos multimillonarios asignados sin licitación a la empresa Egro, con cuyos dueños está relacionado el propio secretario de Salud; o los 400 millones de pesos entregados sin licitación a otra empresa que, por cierto, tenía registrado como instalaciones propias espacios del gobierno estatal.

Los resultados netos de este primer año de gobierno representan otra catástrofe, con un saldo de casi 2 mil muertos, 20 mil 400 millones de pesos en deuda, enfrentamiento con todos los sectores sociales, con nula obra pública y una duda monumental de cómo terminará el estado después del presente quinquenio, si en este primer periodo que era de prueba ya se agotaron las esperanzas que había en el nuevo amanecer que podía superar los vicios y errores del pasado, mostrar un rostro verdaderamente humanista y honesto. Pero ni una cosa ni la otra, resultaron iguales en los vicios y peores en los errores; y el rostro no es de un humanista, sino de un extremista político que sabe hallar recompensa aun en las peores desgracias.

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