La pusilanimidad del amigo

La pusilanimidad del amigo

Por Cruz Pérez Cuéllar

El juicio que se lleva a cabo en un juzgado federal, en la ciudad de Chihuahua, en contra de Juan Carlos M. por el homicidio de la periodista Miroslava Breach está descubriendo, a mi juicio, lo mejor y lo peor de nuestra sociedad actual, nos muestra un modelo de valor y profesionalismo y otro muy distinto, de cobardía y falta de oficio.
Antes de explicar lo expuesto es necesario recordar algunos detalles previos al juicio: Miroslava fue asesinada el 23 de marzo de 2017, apenas, unos cuantos meses después de que el gobernador Javier Corral asumiera su cargo, y con bombo y platillo anunciara que en su administración los periodistas y trabajadores de los medios experimentarían una libertad de expresión excepcional, que habría garantías para realizar dicho ejercicio como nunca.
En ese entonces había alguien que si bien no se tragaba la idea de que en el actual quinquenio se borraría por completo el clima de hostilidad con que tantos gobiernos han frenado y hasta atacado directamente la labor del gremio periodístico o permitido que otros grupos de poder lo hicieran, al menos confiaba en que pudiera hacer algo, y por la cercanía que tenía con el recién ungido como gobernador, al menos confiaba en que podía hacer algo por ella, por Miroslava, quien cargaba con el peso de la amenaza, con la incertidumbre de que en cualquier momento sería cumplida.
Desde antes de asumir la gubernatura sabía de las amenazas, así lo habría comentado la periodista a compañeros y familiares, enteró oportunamente a quien consideraba su amigo, quien siendo gobernador tendría las agallas de velar por su seguridad y la de su familia.
El mandatario estatal no desconocía por supuesto la situación de violencia por la que atravesaba el estado cuando llegó al Palacio de Gobierno y menos desconocía lo que pasaba en la región de Chínipas, ni tampoco a lo que se refería Miroslava en sus reportajes y notas periodísticas cuando hablaba de la narcopolítica. Tan estaba enterado que se atrevió a dar un ultimátum a uno de los principales capos de la región durante su toma de protesta.
Sobre el caso específico Javier Corral debió tener información de primera mano, porque uno de sus funcionarios más allegados fungía como miembro directivo del PAN cuando se les ocurrió grabar a la periodista para garantizarle a los criminales, a través de un tercero, que el alcalde de aquella región no había filtrado información a la corresponsal de La Jornada, quien habría descubierto un entramado en el periodo electoral anterior, donde salían a relucir nombres de supuestos criminales que figuraban en las listas de candidatos a cargos públicos.
Pero también se sabia de la seriedad de la periodista, de su tesón y capacidad de investigación, por lo que si ella alertaba de una amenaza, ésta debía tomarse con la prudencia necesaria porque estaría dotada de elementos para haberla expuesto, no debía tomarse a la ligera y mucho menos ignorarla.
A ella se le podía ver entrevistando a funcionarios en charlas formales o de banqueta, como dicen los reporteros, o también cuestionándolos en ruedas de prensa, indagando en las plataformas digitales de transparencia y hasta en hemerotecas; podía estar en la plaza publica o en la tranquilidad del café platicando con su fuente de información, en el evento oficial o en las puertas de Palacio de Gobierno en medio de la trifulca, para ser la primera testigo, siendo víctima de los gases lacrimógenos y de los empujones de los protagonistas. Una periodista en toda forma, que nadie aún en vida consideraría ingenua y menos confiada, pero ella creía en los amigos.
Sostengo que el juicio en contra del presunto asesino de Miroslava descubre lo mejor de nuestra sociedad, justamente por la exposición del trabajo de la periodista, de la vida de la madre, de la hermana, hija y compañera. Una mujer a la que conocí en diversas circunstancias, brava pero no impulsiva, inteligente y gentil, con quien se debía hablar directo, no le gustaba andarse por las ramas, interrumpía los protocolos para agilizar las conversaciones; no siempre se podía estar de acuerdo con ella, pero eso no impedía una amistad sincera.
Ahí convergen otros periodistas y líderes sociales a quienes lo único que los mueve es que haya justicia. Su caso ha despertado tanto interés que motiva a propios y extraños a apoyar esta causa, a que no quede impune y se exhiba a quien o quienes tengan algo que verán el homicidio.
También están ahí representada la valentía y fortaleza de los familiares, de las hermanas de la periodista que lograron arrebatar el caso al gobierno del estado que intentaba erigirse como juez y parte del asunto, pues no solo los funcionarios indirectamente mencionados están involucrados sino el propio gobernador.
Ahí está la paciencia de los hijos y de la familia, víctimas de la violencia pero también de la negligencia y cobardía de las autoridades.
Por otro lado también está representado lo peor: el poder criminal que se cree dueño de la vida de los demás, que con balas pretende silenciar a los justos, a los valientes, pero que no acierta en ello porque cuando eso ocurre siempre sucede lo contrario, muere uno pero nacen diez o cien más.
Tenemos al desentendido, que recibiera la llamada de auxilio de Miroslava y la ignoró, como ha ignorado otras causas de los chihuahuenses, que prefiere llamarle “mentirosas” a las hermanas de la víctima antes que aceptar que sí fue requerido por ella y que no tuvo oportunidad de hacer nada.
Pero también a los cobardes, a los mezquinos, que pusieron en la picota a la periodista, para quedar bien con un funcionario, quienes dieron instrucciones para que se le grabara. Principalmente me refiero al entonces presidente estatal del PAN Mario Vázquez y el secretario del CDE, José Luévano, éste último arropado por el propio gobernador.
Se puede identificar al ingrato, a Javier Corral, quien tuvo primero la gracia de ser considerado amigo de la periodista de Chínipas, pero que en el momento de conflicto la niega, a su manera, reaccionando de forma insalvable, como tránsfuga, por temor o como encubridor, pero lo hace sin escrúpulo, desconoce a quien lo consideraba amigo y haría la diferencia respecto de los anteriores gobernadores.
Están representados otros vicios del poder, porque en unos días se habrán de cumplir tres años del homicidio y apenas se está iniciando el juicio, por culpa de un gobernador que quería quedarse con el caso y manejarlo a su antojo a nivel local, sin afectar a los suyos, a sus incondicionales, y de paso, para dejar que el asunto cayera en la misma ignominia que muchísimos otros, durmiendo el silencio de los inocentes, así se olvidarían de su negligencia y de la mala actuación de sus amigos involucrados. Por eso no quería que fuera atraído el caso por el fuero federal, no lo pudo retener más, y ahora, que está en juicio, debe pagar las consecuencias de su negligencia y su ingratitud.
Justo sería que el gobernador Javier Corral exigiera a la alcaldesa María Eugenia Campos que separe de su cargo en el Ayuntamiento de Chihuahua, al expresidente estatal del PAN, Mario Vázquez Robles, para que responda por la trampa que le pusieron a Miroslava, y de pasada, aplique la misma que hace días aplicó al director de deporte municipal, por expresiones misóginas destituyéndolo de inmediato, en este caso con mayor razón, por poner en riesgo la vida de la periodista.
Que el gobernador separe a su vez de su cargo al exsecretario general del PAN José Luévano Rodríguez, quien funge actualmente como titular del Ichife, también habría sido parte del acuerdo para entregar a la periodista.
A Miroslava Breach ahora se le recuerda en todo el país, y en otras partes del globo, hay un premio internacional de periodismo que lleva su nombre, y que organizan varias agencias de la ONU y otros movimientos que pugnan por la libertad de expresión, precisamente porque demostró el valor de la lealtad a su pueblo, el amor por su familia, a su profesión; y dejó muy en claro que así como hay hombres y mujeres valientes los hay pusilánimes y timoratos, que así como ella reconoció y defendió la palabra dicha y escrita, también hay otros que se retractan, que no son capaces de reconocer a los amigos cuando sus intereses se ven comprometidos.

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