The White House

Por Cruz Pérez Cuéllar

El “perdón” que pida cualquier persona es vano cuando no hay una intención real de enmendar o de reparar el daño. Así lo explican mas o menos los moralistas, pero así también lo entendemos los ciudadanos o simples mortales, quienes siempre advertimos una disculpa sincera cuando la acompañan actos de arrepentimiento o cuando se procura subsanar la ofensa con acciones agradables en beneficio de la persona o personas afectadas.

Además, una verdadera contrición es imposible concebirla como tal cuando no se está verdaderamente (en la intención) dispuestos a evitar la comisión de ciertos actos que perjudican a terceros, inclusive a uno mismo.

Lo anterior viene a colación en la presente colaboración porque abordaré el tema de la nueva “Casa Blanca” de Miami del Presidente Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera, así como nuestra humilde opinión sobre este hecho que al lado de otros parecidos, ocurridos en el presente sexenio, trascienden a los excesos del presidencialismo y los protagonismos por las primeras damas de ese periodo en México, que rayan en el cinismo y se convierten en la antesala de la derrota inminente del PRI en el 2018, del Gobierno federal.

Los mexicanos ahora advertimos que el “perdón” que pidió Enrique Peña Nieto por los excesos cometidos en torno a la adquisición de la llamada Casa Blanca, que compró o le regaló el Grupo Higa y que costó 7 millones de dólares, transacción revelada en el 2014, fue una burla para los mexicanos quienes no estamos familiarizados con expresiones como las hechas por Peña Nieto hace a penas unas semanas. Cuando pidió perdón en el marco de la promulgación de la Ley del Sistema Nacional de Anticorrupción el pasado 18 de julio, muchos quisieron compadecerse del “presidente arrepentido” y muchos otros dilucidamos que se trataba de una estrategia mediática para ganar puntos y tratar de cerrar decentemente su sexenio, lo cual es imposible con tantos yerros.

Esta bien, lo intentó pero no le salió el juego ya que con el descubrimiento de otro posible “negocito” con otra propiedad, queda al descubierto que no hubo arrepentimiento, que nunca ha existido porque de serlo así hubiese revelado que también habían comprado un departamento donde al igual que en la Casa Blanca se puede entender que hay conflicto de intereses. En el primer caso, del 2014, el Grupo Higa estaba relacionado con un consorcio chino que había ganado una licitación de 3 mil 700 millones de dólares (con el proyecto del tren de alta velocidad) en México, pero que además había ganado otras de menor tamaño, además era proveedor del Gobierno Federal; ahora hablamos de un departamento lujoso de menor envergadura, de 2.05 millones de dólares, relacionado a otro de proporciones similares, con canchas de tenis, alberca y otros lujos, y que pertenece al Grupo Pierdant, propiedad del empresario Ricardo Pierdant, que se encuentra en un complejo habitacional privado en Florida, en el Ocean Tower One, y que podemos diferenciarlo del anterior llamándolo The White House.

La curiosa coincidencia es que al igual que el Grupo Higa que además hizo otras residencias a otros funcionarios federales como al propios señor de los dineros, Luis Videgaray Caso, el Grupo Pierdant está relacionado a otras licitaciones para desarrollar puertos marítimos en México y que se estiman en cientos de millones de dólares.

El hecho no hace más que confirmar la teoría de que el gobierno federal, específicamente el presidente de México Enrique Peña Nieto y su esposa, la actriz de telenovelas, Angélica Rivera, están ligados a actos de corrupción que por más leyes anticorrupción que expida de aquí a que termine el sexenio van a poder ocultar, y por más perdones que pidan van a poder obtener la indulgencia del pueblo mexicano, ofendido no por la vida de reyes que se dan los responsables de llevar las riendas económicas, políticas y sociales del país, sino porque la gente vive en el lado radicalmente opuesto, en la miseria, con necesidades que van más allá del transporte, educación o recreación, que son indispensables para el buen desarrollo del pueblo mismo, sino que carecen de un techo para sus familias, de vestido y hasta de alimentos para poder subsistir. No es discurso populista, y los estimados lectores lo saben; a unos kilómetros de la capital, en la sierra, se encuentran asentamientos tarahumaras que viven en condiciones lamentables por su alto grado de pobreza; en las mismas grandes urbes hay enormes polígonos bajo esas circunstancias.

Por eso, por la situación de inseguridad que aún prevalece en varios estados del país en grado superlativo, por falta de escuelas en todas las entidades, por eso y más resulta inaceptable cualquier desvío de fondos que provienen de los impuestos que pagamos los mexicanos para beneficio del presidente y su familia, sobre todo si se trata de cantidades insultantes como los 7 millones de dólares de la Casa Blanca o los 2 millones de dólares de la White House de Miami, donde por cierto el impuesto similar al Predial por un solo departamento de esos es de 30 mil dólares anuales, cantidad que debe sumarse a los servicios y mantenimiento, por lo que fácilmente podemos hablar de un coste por año de unos 90 mil dólares.

Urgen en nuestro país esquemas que permitan a los ciudadanos escurrirnos a los malos gobernantes, que no tengamos que esperar el trienio, o como en este caso, el sexenio, para poder deshacernos de ellos o de su partido a través del voto. Es urgente que se generen los mecanismos para la defensa del ciudadano, quien debe ser el vigilante del manejo de los recursos y no los propios políticos que acomodan las leyes y sus reglamentos a su gusto; que sea la gente la que ponga pero también la que quite a las autoridades a través de figuras tan mencionadas como el Plebiscito o el Referéndum, bien diseñados y bien instrumentados para que después no sea peor el remedio que la enfermedad. Hay una luz al final del camino y nuestro México puede cambiar si queremos, y sobretodo, si lo intentamos.

Sugerencias y comentarios favor de hacérmelos llegar a mi correo: cruzp@terra.com.mx